ICR
Imagina, Construye, Recuerda
sábado, 16 de junio de 2018
Elevando la atención a su máximo exponente. La estadística de las franjas de pensamiento_ XXX Certamen Jóvenes investigadores
Eiii que tal!! Os dejo por aquí el artículo de investigación que desarrollé el pasado verano para el XX certamen de Jóvenes Investigadores de España. Detrás de esto hay muchísimas horas y esfuerzo, pero claro, guardarlo para mío no sirve de nada. No fue seleccionado, pero la verdad que a mí me encanta el resultado. A ver qué os parece a vosotros jejejejej (Pd. todo fue posible gracias a los voluntarios que se ofrecieron a realizar el proyecto, así que mil graciasss)
domingo, 4 de marzo de 2018
Motivación para selectividad: "Tenía un plan..."
Tenía un plan...
Tenía un plan. Yo quería estudiar medicina porque mi sueño era
ser investigador, descubrir cada día algo más de la vida y poder aplicarlo. No
siempre tuve claro hacer medicina, pero sí sabía qué me hacía feliz; y qué, en
cambio, me resultaba indiferente. Para dar un paso más en el camino hacia lo
que me hacía feliz, ahora me encontraba con un nuevo obstáculo: selectividad.
Para continuar, necesitaba tener un 13 de nota. En esta parte de mi plan estaba
sacar un 10 de media en bachillerato, e ir a por el 14 en selectividad. Esos 3 días
de examen sólo tendría que plasmar todo lo que había aprendido en 18 años,
confiando en haberme matado a estudiar y que los errores típicos que dependen
de la suerte no me harían bajar del 13. Ese era mi plan, y al final salió bien.
Dejé a la suerte el menor porcentaje de ponderación posible y le di a mi
trabajo el mayor. Nunca pensé qué haría si no me salía el plan. Nunca pensé que
el plan podría fallar. Porque si fallaba, ya tendría tiempo de pensar qué hacer
después. Porque el pensar que el plan no era perfecto, no estaba en mi plan.
Hoy yo continúo con él, porque el camino no terminaba esos
tres días, sino que continuará hasta el final. Y hoy, vosotros comenzáis a ver
ya en vuestra carrera el obstáculo llamado selectividad. Usaréis todas vuestras
armas, pero antes me gustaría contaros un poco cuáles fueron las mías.
Lo primero que te diría es que todos los días te pares a
reflexionar qué estás haciendo, cómo lo estás haciendo y qué consecuencias está teniendo. Porque
si estás haciendo algo mal, no pasa nada porque hay mucho tiempo para
cambiarlo. Probar otra cosa diferente y ver si mejora. El problema es cuando
pasa el tiempo sin haberlo analizado, cuando llegan los días de antes, y ya es
tarde para alcanzar el resultado que podía haber sido. Eso es lo primero. Reflexionar y corregir.
Lo segundo. Debemos admitir que es un año difícil, no solo
por los estudios, que ya te debilitan (con sus consecuencias en casa, las amistades,
el estado físico, el empleo del tiempo, el humor…) pero también es difícil por tu
edad. Tienes 17-18 años y físicamente eres todo emociones. Es normal, échale la
culpa a las hormonas. Igual un día estás muy contento, y al siguiente se te viene
el mundo abajo. Ser consciente de esto te ayuda a entenderte y a controlar los
momentos de bajón. Si reflexionáis y sois capaz de dejaros claros a vosotros
mismos qué queréis (ya sea estudiar
psicología, publicar un libro o ser buena persona); y qué tenéis que hacer para conseguirlo, los factores externos del
cansancio y vuestra edad no os tienen por qué perjudicar. Solo son condiciones
con las que jugáis y tenéis que considerar en vuestro plan. Por tanto lo segundo será jugar con
vuestras condiciones, e incluirlas en el plan.
Igualmente, esto no será una carrera de 3 meses, ni de 1 año.
Ha sido una carrera desde que nacisteis y habéis ido aprendiendo hasta hoy. Y
no acaba, es solo un obstáculo más. Habrá gente que se haya estado preocupando
por sí misma y esforzándose, y otra que a lo mejor le ha dado más igual y ha
pasado el tiempo sin sus ratos de reflexionar. Confío en que aquí todos sois de
los primeros. Así que pensad en vosotros, en lo que valéis y en que por muchos
nervios que tengáis, por mucho contenido que esté dentro de vuestra cabeza, por
mucho mal humor, tristeza, alegría, miedo, pereza… que tengáis esos días de
examen, sólo tenéis que hacer una cosa. Enseñar la medalla que ya todos tenéis.
Enseñar todo el carrerón que habéis hecho. Tener el coraje de decir: Aquí estoy
yo, y tengo el plan preparado. Solo sed vosotros mismos esos días. Antes:
mataros si hace falta a estudiar, que no os va a pasar nada. Ya lo hemos hecho
muchos antes y nadie ha muerto. Que no os de pereza. Cuando estéis cansados,
parad. Dejad el boli. Pensad en qué queréis y cuál era el plan, coged el boli y
seguid luchando por vuestros sueños. No hace falta que estéis con ánimos, ni
contentos ni de buen humor. Solo hace falta que sigáis. Por tanto lo tercero será hacerte consciente de que lo más importante
es saber que ese examen no se hace en tres días, y luchar contra viento y marea
para dejar vuestra medalla, lo que sois, en el papel.
Cuarto y último. Esforzaos en cada examen, que no estará todo
hecho. Podéis pensar en lo que confían en vosotros vuestros padres, vuestros
abuelos, vuestros amigos y profesores, pero si aun así no estáis convencidos,
pensad en vosotros. En todo lo que os habéis esforzado, las noches de insomnio
y café, las tardes sin levantarte de la silla. Los dolores de espalda, las ganas
de tirar la toalla y volverla a coger mil veces. El decir “no” a salir un
viernes. El cayo del dedo, las ojeras. Si el día de selectividad os entra la
timidez y os da pereza, no lo solucionaréis con un “la suerte está echada”.
Toca olvidar a ese yo nervioso y débil que va a hacer el examen, y pensar en
todos vuestros yos que se han matado para que ese día vosotros estéis allí. Os
lo debéis a vosotros. Por esos vuestros yos que han soñado y han luchado por
vuestros sueños de ahora. No ya por ti, por ellos. Se merecen que tú ese día te
mates una última vez, aún con tus condiciones externas, y les des todo lo que
ellos, vosotros, os habéis dado hasta llegar allí. Quedaos hasta el final y
repasadlo mil veces, porque después de miles y miles de horas sentados en
vuestro cuarto, qué menos que aguantar dos horas más revisando hasta las comas.
Por eso el cuarto consejo lo llamaría:
devuélvele tu esfuerzo a tus yos del pasado.
Unos necesitaréis un 5 y otros un 13, y eso también hay que
valorarlo. Esos son mis consejos, desde mi forma de ser y de ver las cosas; que
probablemente no sean los mismos que el de otros, porque todos somos distintos.
Si os gusta cogedlo; y sino seguid otros consejos, o cread los vuestros
propios. A mí en mi año recuerdo que me dijeron que antes de selectividad
saliese y me evadiera de estar todo el rato estudiando, y yo preferí no parar.
Mis ratos de descanso eran comer, dormir, ducharme e ir a nadar. Y luego en el
intensivo de la academia los ratos de ir y volver con mis amigos. También tenéis
que saber cuándo coger el móvil para hablar con vuestros amigos sobre
ejercicios o dudas, que ayuda mucho, y cuando dejarlo apagado fuera del cuarto
para estudiar. Intercalar asignaturas para que os cunda todo, y unas
asignaturas no pisen a las otras.
Y el plan no se llama selectividad. Es un plan de persona.
Cómo construir a una persona que aprecie su tiempo y lo disfrute, lo aproveche.
Y sí, sacar una buena nota estaba en el plan, porque era necesario para
continuar; pero nunca se olvida ser mejor persona, y buscar todos los días cómo
conseguirlo. Eso está por encima. Conoceros
a vosotros mismos y descubrid qué queréis hacer con vuestro tiempo. No necesariamente saber el
final (a qué aspiráis) sino qué os gusta, qué os mueve, qué espera el mundo de
vosotros. Dibujar un camino sin conocer el final. Nadie dibujará el mismo.
Encontrar vuestro plan perfecto solo
depende de vosotros, porque sois diferentes.
Y ya por último, para el camino, os diría que escuchéis a la
gente que os plantee preguntas, pero evitéis a la que os de respuestas. Por eso
os he contado mi plan, y espero haberos hecho pensar. No quiero que cojáis nada
mío sin que sea vuestra la respuesta.
lunes, 26 de febrero de 2018
Explicacion: El hombre que confundía los cepillos de dientes con cuchillas de afeitar
Pinchar aquí para ver el relato original
Ante todo, planteo una crítica a la moral esclava de lo preestablecido y presa de ser manipulable; siendo capaz, sin ser consciente, de terminar apagando su propia vida a costa de luces ajenas que la acorralen.
Ante todo, planteo una crítica a la moral esclava de lo preestablecido y presa de ser manipulable; siendo capaz, sin ser consciente, de terminar apagando su propia vida a costa de luces ajenas que la acorralen.
Aquel hombre tenía un extraño síndrome, no tan extraño si lo extrapolamos, por el cual no lograba distinguir entre cepillos de dientes y cuchillas de afeitar. Escuchó mil veces que debía lavarse los dientes, y sin preguntarse por qué, lo hacía. Pero cada noche, encerrado en el baño, sólo conseguía rasgarse las encías hasta hacerlas sangrar, y enmudecer poco a poco.
Ahora imaginen qué pasaría si el síndrome fuera ser “un humano”. ¿Difícil de imaginar? Las consecuencias de la enfermedad incluirían dudar, atemorizarse, protegerse tras la manada, aprender por imitación...
Aunque el cajón también incluiría preguntarse, enfrentarse a sus debilidades, usar el ingenio y la razón, aprender por comunicación.
Y aunque los cepillos de dientes, estos últimos, siempre están en el cajón para ser usados; algunas noches los sindrómicos escogen el metal que los destroza por no saber el fin, la finalidad del lavado.
Sí, sabemos que tenemos que ser felices, lavarnos los dientes, algo sano; pero el caos del ser un humano nos puede llevar a confusión.
Todo el mundo está tan seguro de lo que sabe?? De vez en cuando no viene mal hacerse consciente de que nada es por sí mismo, sino por el valor que nosotros le damos. Si ese valor ni siquiera se lo dimos nosotros, sino que nos llegó de alrededor (esto es: ideas de lo correcto y lo incorrecto, de lo justo y lo egoísta, de lo provechoso y lo que hace perder el tiempo...), quizás nos estemos acercando más a las hojas de punta afilada. Filo que nos puede destruir; si hacemos cosas que sabemos, sin entender por qué las hacemos.
Un bonito fondo rosa, para un final no tan bonito. ¿Confundido? Eres humano!! Pero ahora ya sabes tu síndrome.
domingo, 25 de febrero de 2018
El hombre que confundía los cepillos de dientes con cuchillas de afeitar
Lo hacía, sin saber por qué ni para qué exactamente.
Lo hacía...
- "¿Tú has visto a alguien que no lo haga? ¿No te da vergüenza?".
Oía; más, escuchaba.
Sabía que era lo mejor para él, porque así se lo habían dicho “una y mil veces”. Saber no es necesariamente entender, ni estar en lo cierto. Para nada. Recuerdo esa gente que dice saber lo que espera tras la puerta de la vida. Esos que saben si algo es merecedor de ovación o de abucheo. Los que saben qué política es santa y cuál peca de descaro. Es sabido lo justo y lo injusto; la bondad y la maldad; el artista y el perro flauta; el educado y el malcriado.
- "Ya es hora de que vayas aprendiendo cómo funciona esto. Así van las cosas, y cuanto antes te des cuenta mejor te irá".
Tantas y tantas sabídurías que le daban pánico ponerse a entender. Mas las sabía.
(...)
Y sin pensarlo, como cada noche, ese hombre se lavó los dientes. Ese hombre.
El hombre que confundía los cepillos de dientes con cuchillas de afeitar.
jueves, 8 de febrero de 2018
Mamá maniática
Un fuego que arde en un cordón de dinamita avanza, porque el orden se lo permite. Más, se lo obliga.
Una lágrima de algodón gaseoso que se lanza al vacío se congela y hace nieve, porque el orden se lo permite. Más, se lo obliga.
Un átomo de oxígeno que atrapa un electrón, lo convierte en radical libre, reacciona con ácido desoxirribonucleico y crea una mutación que resulta en cáncer y fatalidad lo hace porque en el orden hay cabida para ello.
Ese manual de instrucciones juega a construir, y desde entonces nos ordenó en estos dedos que escriben y esos ojos que leen. Acuñamos ya el tan preciado término "ser", "vivir", "pensar", "morir"... Pero no quedará en más que eso: una apreciación. Más allá del lenguaje manipulado por una mente torpe, podríamos alcanzar senderos alingüísticos. Pero sería imposible conectar así con una pantalla, así es que optaré por la torpeza esta vez.
Como peces en cristaleras de 20x30, elegimos qué esquina aletear; pero sí, el mar nos queda lejos. Jugamos con nuestro ordenamiento, nuestra pecera, nuestro ser vivo humano. Hasta que un día este orden en continua mutación dé un vuelco más brusco que el diario y se disipe, para dar uno nuevo con nuestras piezas ya reordenadas. ¿Por qué? No importa; porque jamás un peón de madera supo leer un manual para moverse hacia delante de uno en uno. No perderemos esfuerzos en comprender nuestro manual, pero si en exprimirlo al máximo. No todos los días el juego te deja ser la reina de la partida que come en todas direcciones.
¿Y qué quiere la partida de nosotros durante este tiempo de realeza? Más, ¿qué nos obliga como una mamá maniática llamada orden, que no parirá una sola pieza sin seguir el manual? Que cumplamos la función para la que fuimos ordenados. Y lo seguiremos haciendo hasta el día del desorden. Habrá quienes recorran el tablero y sean capaces de tirar su dado; y otros que avancen con la dinámica del único primer lanzamiento.
Flipo viendo el océano que puede llegar a contener una sola mirada humana. Viendo su esencia, siento que ha descubierto una locura de cosas, y las enseña todas ellas, a veces con palabras a veces sin ellas, aún sabiendo que no todos los peces querrán beber de su pecera y aletear en su esquina.
No olvidar que de alguna forma estamos conectados, venimos de la misma caja y jugamos el mismo tablero al fin y al cabo. ¿Una torpe palabra? Gracias.
¿Un sendero alingüistico?
De humano a humano, y antes de que el desorden nos alcance,
(...)
lunes, 8 de enero de 2018
Relato corto_ CADENAS
"Encontré en mi teléfono una foto de mí mismo durmiendo en mi cama. Vivo solo"(...)
El recorte de la revista "Creepy" asomaba de entre las páginas de un libro de cuentos árabes titulado "Las mil y una noches". Edgar solía leer microcuentos de terror por internet; pero aquel en concreto despertó en él una sentida angustia. Nunca cuatro paredes encerraron tanta libertad, ni dos ventanas alumbraron tanta oscuridad. Sentado en la cama bajo la penetrante luz de un atardecer de julio que se filtraba por la ventana e inundaba toda la habitación hasta la puerta, Edgar cerraba el libro oriental. Colocó el legado de su abuelo en la mesilla del lateral con cuidado de no rajar las pastas. Fijó ahora la vista en el mapamundi que colgaba de la pared de enfrente. —"Si me dieran la beca, viajaría por toda esa silueta amarilla..."— "Y quién sabe si contactaría con empresarios de éxito, que me abriesen las puertas hacia EE.UU." Pensaba el recientemente adulto Edgar. "O tal vez Australia"—añadía a la reflexión. Lo cierto es que eran las 21:30 y ya había cenado. Esta vez dejó el movil bajo el cajón de la mesilla, y no entre sus dedos, para que nadie le tomara una foto tal vez. Su atención merodeó el techo nacarado, y lentamente el peso de sus párpados encerraron su pensamiento. Oscuridad o luz, lo único seguro era el vacío.
(...)
Abro los ojos y noto un pinchazo en mi pierna. A más de 50 metros de altura, sobre la copa de un árbol delgado y puntiagudo... Como si de una película se tratase. Solo noto los vaivenes de la copa con el viento, que combino con los movimientos rápidos de cámara ampliando y alejando mi vista sobre el suelo de hormigón. Mañana tengo examen, y si algo está claro es que necesito bajar vivo, y cuanto antes. Dos compañeros pasean por abajo. Son Sandy y Robert. ¡Ayuda..., socorro..., aquí...! Vaya, no me oyen. Me giro y un gato negro se relame a mi lado. Me mira, y sale corriendo árbol abajo sin que me de tiempo a decirle nada, tal vez asustado. Un poco más de viento, y resbalo desde arriba. Aprieto la cara, cosquillas desgarradoras en el estómago. Suelo, suelo, suelo... Golpe.
Edgar abre los ojos empapado en sudor, con un profundo hoyo en el pecho. Ya ha amanecido, y por suerte era solo una pesadilla. Mientras hacía la mochila, Edgar recordaba que justo ayer había reído una broma de mal gusto que unos amigos le habían hecho a uno de clase, tal vez para sentirse integrado. No solía hacerlo nunca, pero aquel día había fallado. En clase de Historia, el profesor se dirigió a Edgar, y le recriminó haber volteado la mochila de Lucas, metiendo los libros del revés con la suerte de rajar el libro de economía. Nadie dio la cara por él, y la noche anterior había estado leyendo Las Mil y una Noches para despejar su mente del dolor. Porque aunque era una tontería, a él le dolía haber necesitado reírse de alguien para ser uno más, y no haber tenido a ese otro más que estuviera con él en las malas. Claro que a la salida sus amigos habían empatizado con él y eso debía bastarle...
(...)
Mientras reflexiono duramente sobre lo amargo de mi vida adolescente, un bolígrafo de la mesa se abalanza sobre el suelo y cerré mi pensamiento. Estaba alargando mi mano para cogerlo, cuando detecté un extraño bulto en la cara superior del brazo. Con movimientos cortos balanceantes, el enorme bulto parecía danzar asquerosamente bajo la piel. Como si de un grano se tratase, y sintiendo un gran escalofrío, apreté el bulto y dejé entrever una bola amarilla. Era la cola de una larva que se estaba bañando en mi sangre. Un cosquilleo me recorrió la cabeza, e impulsivamente tiré de la cola para sacar aquella larva purpúrea, y dejar un enorme cráter en mi brazo. Una larva intacta en la mesilla que yo miraba anonadado. Brazo. Gusano... Mareo, y al suelo.
Así es. De nuevo, otra pesadilla había aprisionado a Edgar. El mismo techo iluminado por el amanecer y las mismas prisas por llegar al colegio. Bueno, en realidad ahora era sábado, y tocaba entrenamiento de natación. ¿Saben qué? Edgar se había dado cuenta que de nuevo estaba en otro sueño, y ahora sería él el dueño de sus movimientos. Un entreno fabuloso. Respiraba buenrrollismo con todos sus amigos, contándose la experiencia del Colour Fest del sábado pasado en el vestuario. Edgar era bastante lento cambiándose, y aún estaba en bañador. De todos modos como era un sueño, podría cambiarse en un segundo y llegar a casa en menos. Sale su último amigo, y se queda todo vacío. Las luces se apagan...
(...)
¿He estado todo el rato controlando lo que pasaba, y ahora no soy capaz de tan siquiera encender una luz? Me acerco al espejo del lavabo, y aproximo mi cara lentamente como si estuviera en una película de terror,... Y la película de terror comienza. De un poro de mi pómulo comienza a brotar una gota de sangre, que se desliza por mi mejilla hasta el lavabo. Así, varias gotas y de varios poros. Primero frente, barbilla, y después toda la cara. Mi brazo comienza a sangrar también. Todos los poros emanan gotas de sangre. Ahora sí me cambio en un flash y estoy fuera con dos adultos extraños camino a... ¿el veterinario? No sé por qué, pero enseguida me veo inspeccionado por una veterinaria, que le dice a mis acompañantes que es una enfermedad autoinmune por la que mi organismo cree que mi sangre está infectada y trata de expulsarla por el tejido epitelial. "Dos horas"— escucho decirle a mis acompañantes, quienes se quedan impasivos. ¿Nadie va a hacer nada por mí? Corro dirección a mi casa, como si allí fuese a hallar la cura. Y no, solo siento aquel mareo, y caigo en la oscuridad.
Ojos abiertos, techo nacarado y móvil vibrando. "Mensajes sin leer: 1". Edgar no está para bromas ahora. Sale corriendo de la habitación.
Sé que han estado pendientes todo el relato de Edgar, pero ahora no lleven la cámara de su imaginación hacia él. Quédense en la habitación, y amplíen hacia la mesilla. Abran el cajón, activen la contraseña y pinchen en el mensaje...
Para: Por determinar
Asunto: Por determinar
Escribe un correo:
Edgar, al fin comprendo. Los sueños que tenías, y todo. Vives el miedo y la inseguridad que cualquier persona sufre. Sabemos perdonar, y estamos siempre cuando ese amigo nos necesita. Incluso cuando nos fallan, podemos hacer la lista gorda y volver a estar como antes. Pero, ¿te perdonamos a ti mismo cuando te fallas? Te diré que Edgar y yo éramos el mismo. Edgar está por determinar. Llámalo conciencia, viaje al pasado o relato literario. No importa. Sólo importa que ahora tú me estas leyendo. He querido relatar un aspecto cotidiano de cualquier adolescente, contada por un adolescente, con la visión racional de un adolescente y la irracional del ensueño. Un aspecto en el que casi nunca caemos, pero es en realidad vital. La salud mental: el saber controlar el pensamiento y no hundirnos en el lamento. Tres pesadillas propias me han servido para reflejar el inconsciente de un adolescente, difícil de hacer de otra forma. El tuyo tal vez. Date un respiro, perdona tus fallos y no te sientas mal. Que nunca más te sientas sol@ sin un falso amigo que te eche una escalera. Que ninguna larva humana se aproveche de ti, de tu esfuerzo y tu simpatía. Que no vuelvas a verte apurado por no tener en quien confiar. Ya lo decía Edgar al principio: nunca cuatro paredes encerraron tanta libertad, ni dos ventanas alumbraron tanta oscuridad. De ti dependerá. Cree en ti, e igual que sabrías perdonar en estas tres situaciones, perdónate si te fallas en el camino. No es fácil, y aunque digamos que vamos a cambiar podemos caer de nuevo en la hipocresía, el cinismo... pero tiempo al tiempo. Lo haremos cuando nos demos cuenta que somos grandes, que somos capaces de amar a los demás sin olvidarnos de nosotros.
Por eso, mi mensaje es claro: Para no verte durmiendo solo, abandonado por un fotógrafo impasible, y antes de hacer vibrar a todo un mundo contenido en un mapa de pared, primero confía en ti, y perdónate. Porque
"Nunca podrás hacer latir el corazón de un mundo si el tuyo hace tiempo que infartó".
sábado, 23 de diciembre de 2017
Comentario crítico selectividad resuelto. Texto periodístico: La Guerra
"Perdonar a los terroristas es cosa de Dios. Enviarlos con él es cosa mía"
Vladímir Putin
Odio. Sufrimiento. Resignación. Silencio... La guerra inunda un campo de batalla como si del clásico coliseo se tratase; en el que las fieras luchan por respirar unos segundos más, los espectadores aclaman y abuchean y los emperadores que lo presiden se rifan las cabezas para comprar joyas y coronas. De forma paralela, cualquier conflicto armado es un camino directo a la extorsión y la suciedad de los bandos que se baten, así como una forma fácil y rápida de hacer dinero. El espectador en este caso sería el ciudadano occidental de a pie, que queda desensibilizado con generalizaciones como las de que todos los musulmanes son bestias, o protegidos bajo el dicho "ojo por ojo, diente por diente". Precisamente, la cita con la que encabezo mi comentario refleja justo lo contrario de lo que luchamos yo aquí, y la autora en su escrito: La renuncia a la guerra como un sucio método de financiación, que se esconde en citas heroicas o protectoras como la anterior. Definitivamente, hacernos creer que una guerra soluciona un conflicto parece de memos. Pero así es, los "Julio César" del coliseo mundial apoyan día tras día un conflicto como el del Estado Islámico que ya no se sostiene en sí. Una marea de periodistas, científicos, economistas y alumnos de bachillerato (analizando vertiginosos textos de humanidad) se les vienen encima. Entre ellos una grande de las columnistas: Almudena Grandes. Esta pretende acercar la triste e irónica realidad a un lector que se ve involucrado directamente. Creo que clasificar unos argumentos con tantísimo contenido y cargados de tanta ironía y picaresca por grupos solo encasillarían y aminorarían la potencia del mensaje. Si bien quiero resaltar sus argumentos de ejemplificación, que desarrollaré a continuación. Pretendo con ello establecer un diálogo continuo con el texto frente a frente, y con su autora, para desvelar los entresijos de una realidad que ya ha durado demasiados años.
París, Francia, noche del 13-14 de noviembre de 2015, una semana antes del escrito publicado. Los terroristas yihadistas atentan contra los parisinos causando 100 muertos y casi 400 heridos. Las muestras de dolor y un mundo condenado al llanto por las vidas de los seres queridos quedan reflejados en la introducción. Se escuchaban voces de venganza en dignatarios como Putin. Pero... ¿de verdad fue imprevisible su actuación? ¿De verdad la solución pasa por las bombas? ¿Es eso lo que quieren hacernos creer? La autora se plantea estratégicamente, a través de una secuencia paralela de preguntas retóricas, quién financia al Estado Islámico, y quiénes son por tanto responsables. Según diversos estudios, la mayor parte de la financiación de el E.I proviene del petróleo. Obtienen este de los territorios que conquistan, y se encargan de transportarlos en camiones cisterna (permitidos por países limítrofes como Arabia Saudí o Turquía, que hacen la lista gorda) y venderlos en el mercado negro. Por supuesto, sus compradores no son necios: pues el precio del mismo se reduce a la mitad. Otros ingresos provienen de la extorsión, tráfico de drogas, donaciones de particulares sunitas, tráfico de piezas arqueológicas, secuestros y rescates, órganos...
Aquí se plantea la autora cómo puede ser posible que las potencias occidentales como EEUU o incluso España apoyen a monarquías absolutas que lo financian. La respuesta es bien clara: la guerra mueve un tumulto de intereses subterráneos. No interesa que cese el conflicto, sino mantenerlo a raya. El Estado Islámico cuenta con armas procedentes de hasta 25 países distintos, principalmente EEUU y Rusia: por venta directa, robo de arsenal a sus competidores invadidos... Las redes de compra-venta de armas ilegales proliferan en la zona.
Dentro de las dos grandes ramas musulmanas: suní y chií, ambos comparten la misma ideología (suní) y declaran la guerra al resto de una forma u otra.
Otra de la problemática que plantea la autora se refiere a la falta de colaboración entre países europeos vecinos de cara a compartir información de actividades terroristas. A día de hoy, los países europeos no comparten del todo su información, reservándose datos y temiendo el espionaje de unos a otros, facilitando la actividad terrorista. Algunos de los movimientos de los terroristas fueron detectados con anterioridad y sin embargo esta información no se compartió, de forma que quizás se podría haber evitado.
Por último, la autora critica la doble moral por la que sentimos terriblemente los fallecidos en un atentado en nuestras fronteras, cuando no prestamos tanta atención a matanzas mucho más graves perpetradas por estos mismos terroristas y "nuestros" aviones.
Pensemos un poco, y cuestionémonos si de verdad merece la pena la financiación de guerras y masacres, o si es un juego sucio de los Césares de arriba, quienes con un sólo pulgar aplastan a miles de presas inocentes. Una maniobra de distracción. La guerra es una masacre de gente que no se conoce para provecho de gente que sí se conoce, pero que no se masacra. Hagamos caso a la periodista. Ya lo dijo Eleanor Roosevelt:
"No basta con hablar de paz. Uno tiene que creer en ella. Y no es suficiente con creer, hay que trabajar para conseguirla..."
Tweet to @Juangarrido99
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Sobre ciencia y dinero: La importancia de la investigación básica.
Investigación básica
Buscando un punto de partida
Para poder opinar por nosotros mismos en este marco, es sin duda necesario que primero coloquemos todas las cartas sobre la mesa, para después escoger nuestro propio “mazo” y jugarlo de la mejor forma para cantar “Mus”!! Pero, aunque un tema tan criticado y apuñalado nos lleve irremediablemente a golpear hasta el último peón, dejémonos por un momento de símiles y sinestesias y situémonos sobre el tablero. ¿Cuál es el principio? ¿El sostén desde el que debe partir nuestro análisis? Partir de una definición ampliamente aceptada siempre puede ser un buen comienzo…
Consultemos pues a la Real Academia de la lengua Española. ¿Qué nos dice?
Así es. La investigación tiene como principal propósito ampliar los conocimientos sobre un aspecto concreto de la vida, empleando para ello el conocido método científico experimental. El apelativo de “básico” le aporta una potente significación de soporte, necesidad, dependencia del resto al mismo. Si entrelazamos ambos términos y preguntamos al Premio Rey Jaime I de Investigación Básica, Fernando Martín, la investigación básica o pura tiene como finalidad la obtención y recopilación de información para ir construyendo una base de conocimiento que se va agregando a la información previa ya existente. Con ella se descubren las leyes universales o generales sin que tenga necesariamente una aplicación a corto plazo sobre la sociedad, y que guarda una estrecha relación con la investigación aplicada.
Por otro lado, la citada investigación aplicada consistiría más bien en la búsqueda de metodologías experimentales para aplicar un conocimiento adquirido y obtener resultados palpables directos sobre la sociedad. Resolver un determinado problema o planteamiento específico. En este aspecto, y sin valorar aún si esto es legítimo o no a nuestro modo de entender la ciencia y la vida, el factor económico tira indudablemente de la balanza.
Para dejar del todo claro este concepto, echemos la vista ahora atrás en la historia.
Arquímedes de Siracusa, 287-212 a.c. Aquel que dijo: “δῶς μοι πᾶ στῶ καὶ τὰν γᾶν κινάσω” (Denme un punto de apoyo y moveré el mundo); es uno de los primeros ejemplos dentro de la ciencia tal y como la entendemos hoy. Un griego clásico irónicamente “contracorriente”, que dio la mano a la ciencia durante sus primeras andaduras para desarrollar una innegable investigación básica. Describió las leyes físicas que debían regir la distribución de fuerzas a lo largo de un plano y sus modificaciones sin llegar jamás a inventar la palanca. No lo necesitó, porque no buscaba un nuevo artilugio para sus cultivos o sus armas; sino simplemente conocer un poco más las leyes de la física que lo regían. Como él, miles de científicos que han optado por abrir el surco del conocimiento poniéndose a disposición del futuro y sus aplicaciones. En este segundo marco se encuentran grupos de investigación como el dirigido por el biomédico Joseph Maria Llovet: dirigió el estudio sobre el fármaco sorafenib que cambió el tratamiento de los tumores hepáticos; elaboró junto al equipo del Clínic una clasificación de cánceres de hígado que hoy se utiliza en todo el mundo; ha clasificado los distintos tipos de cáncer de hígado según su perfil molecular; ha identificado genes que favorecen la progresión del cáncer... Todo ello con un objetivo claro: erradicar el cáncer, y concretamente el de tipo hepático.
Habiendo dejado de manifiesto la maravillosa y necesaria relación entre investigación básica e investigación aplicada, comencemos a jugar con los datos. ¿Cuál de ellas abre camino? ¿Cuál es hoy la abanderada en la búsqueda de prestigio y beneficios?
Los datos no engañan
… ¿Vale, pero ¿eso para qué sirve? (Seguir leyendo)
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