domingo, 25 de febrero de 2018

El hombre que confundía los cepillos de dientes con cuchillas de afeitar

Lo hacía, sin saber por qué ni para qué exactamente. 

Lo hacía...

- "¿Tú has visto a alguien que no lo haga? ¿No te da vergüenza?".

Oía; más, escuchaba.

Sabía que era lo mejor para él, porque así se lo habían dicho “una y mil veces”. Saber no es necesariamente entender, ni estar en lo cierto. Para nada. Recuerdo esa gente que dice saber lo que espera tras la puerta de la vida. Esos que saben si algo es merecedor de ovación o de abucheo. Los que saben qué política es santa y cuál peca de descaro. Es sabido lo justo y lo injusto; la bondad y la maldad; el artista y el perro flauta; el educado y el malcriado. 

- "Ya es hora de que vayas aprendiendo cómo funciona esto. Así van las cosas, y cuanto antes te des cuenta mejor te irá".

Tantas y tantas sabídurías que le daban pánico ponerse a entender. Mas las sabía.

(...)

Y sin pensarlo, como cada noche, ese hombre se lavó los dientes. Ese hombre.

El hombre que confundía los cepillos de dientes con cuchillas de afeitar.

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