lunes, 8 de enero de 2018

Relato corto_ CADENAS

"Encontré en mi teléfono una foto de mí mismo durmiendo en mi cama. Vivo solo"(...)

El recorte de la revista "Creepy" asomaba de entre las páginas de un libro de cuentos árabes titulado "Las mil y una noches". Edgar solía leer microcuentos de terror por internet; pero aquel en concreto despertó en él una sentida angustia. Nunca cuatro paredes encerraron tanta libertad, ni dos ventanas alumbraron tanta oscuridad. Sentado en la cama bajo la penetrante luz de un atardecer de julio que se filtraba por la ventana e inundaba toda la habitación hasta la puerta, Edgar cerraba el libro oriental. Colocó el legado de su abuelo en la mesilla del lateral con cuidado de no rajar las pastas. Fijó ahora la vista en el mapamundi que colgaba de la pared de enfrente. —"Si me dieran la beca, viajaría por toda esa silueta amarilla..."— "Y quién sabe si contactaría con empresarios de éxito, que me abriesen las puertas hacia EE.UU." Pensaba el recientemente adulto Edgar. "O tal vez Australia"—añadía a la reflexión.  Lo cierto es que eran las 21:30 y ya había cenado. Esta vez dejó el movil bajo el cajón de la mesilla, y no entre sus dedos, para que nadie le tomara una foto tal vez. Su atención merodeó el techo nacarado, y lentamente el peso de sus párpados encerraron su pensamiento. Oscuridad o luz, lo único seguro era el vacío. 
(...)

Abro los ojos y noto un pinchazo en mi pierna. A más de 50 metros de altura, sobre la copa de un árbol delgado y puntiagudo... Como si de una película se tratase. Solo noto los vaivenes de la copa con el viento, que combino con los movimientos rápidos de cámara ampliando y alejando mi vista sobre el suelo de hormigón. Mañana tengo examen, y si algo está claro es que necesito bajar vivo, y cuanto antes. Dos compañeros pasean por abajo. Son Sandy y Robert. ¡Ayuda..., socorro..., aquí...! Vaya, no me oyen. Me giro y un gato negro se relame a mi lado. Me mira, y sale corriendo árbol abajo sin que me de tiempo a decirle nada, tal vez asustado. Un poco más de viento, y resbalo desde arriba. Aprieto la cara, cosquillas desgarradoras en el estómago. Suelo, suelo, suelo... Golpe. 

Edgar abre los ojos empapado en sudor, con un profundo hoyo en el pecho. Ya ha amanecido, y por suerte era solo una pesadilla. Mientras hacía la mochila, Edgar recordaba que justo ayer había reído una broma de mal gusto que unos amigos le habían hecho a uno de clase, tal vez para sentirse integrado. No solía hacerlo nunca, pero aquel día había fallado. En clase de Historia, el profesor se dirigió a Edgar, y le recriminó haber volteado la mochila de Lucas, metiendo los libros del revés con la suerte de rajar el libro de economía. Nadie dio la cara por él, y la noche anterior había estado leyendo Las Mil y una Noches para despejar su mente del dolor. Porque aunque era una tontería, a él le dolía haber necesitado reírse de alguien para ser uno más, y no haber tenido a ese otro más que estuviera con él en las malas. Claro que a la salida sus amigos habían empatizado con él y eso debía bastarle...
(...)

Mientras reflexiono duramente sobre lo amargo de mi vida adolescente, un bolígrafo de la mesa se abalanza sobre el suelo y cerré mi pensamiento. Estaba alargando mi mano para cogerlo, cuando detecté un extraño bulto en la cara superior del brazo. Con movimientos cortos balanceantes, el enorme bulto parecía danzar asquerosamente bajo la piel. Como si de un grano se tratase, y sintiendo un gran escalofrío, apreté el bulto y dejé entrever una bola amarilla. Era la cola de una larva que se estaba bañando en mi sangre. Un cosquilleo me recorrió la cabeza, e impulsivamente tiré de la cola para sacar aquella larva purpúrea, y dejar un enorme cráter en mi brazo. Una larva intacta en la mesilla que yo miraba anonadado. Brazo. Gusano... Mareo, y al suelo.

Así es. De nuevo, otra pesadilla había aprisionado a Edgar. El mismo techo iluminado por el amanecer y las mismas prisas por llegar al colegio. Bueno, en realidad ahora era sábado, y tocaba entrenamiento de natación. ¿Saben qué? Edgar se había dado cuenta que de nuevo estaba en otro sueño, y ahora sería él el dueño de sus movimientos. Un entreno fabuloso. Respiraba buenrrollismo con todos sus amigos, contándose la experiencia del Colour Fest del sábado pasado en el vestuario. Edgar era bastante lento cambiándose, y aún estaba en bañador. De todos modos como era un sueño, podría cambiarse en un segundo y llegar a casa en menos. Sale su último amigo, y se queda todo vacío. Las luces se apagan...
(...)

¿He estado todo el rato controlando lo que pasaba, y ahora no soy capaz de tan siquiera encender una luz? Me acerco al espejo del lavabo, y aproximo mi cara lentamente como si estuviera en una película de terror,... Y la película de terror comienza. De un poro de mi pómulo comienza a brotar una gota de sangre, que se desliza por mi mejilla hasta el lavabo. Así, varias gotas y de varios poros. Primero frente, barbilla, y después toda la cara. Mi brazo comienza a sangrar también. Todos los poros emanan gotas de sangre. Ahora sí me cambio en un flash y estoy fuera con dos adultos extraños camino a... ¿el veterinario? No sé por qué, pero enseguida me veo inspeccionado por una veterinaria, que le dice a mis acompañantes que es una enfermedad autoinmune por la que mi organismo cree que mi sangre está infectada y trata de expulsarla por el tejido epitelial. "Dos horas"— escucho decirle a mis acompañantes, quienes se quedan impasivos. ¿Nadie va a hacer nada por mí? Corro dirección a mi casa, como si allí fuese a hallar la cura. Y no, solo siento aquel mareo, y caigo en la oscuridad.

Ojos abiertos, techo nacarado y móvil vibrando. "Mensajes sin leer: 1". Edgar no está para bromas ahora. Sale corriendo de la habitación.

Sé que han estado pendientes todo el relato de Edgar, pero ahora no lleven la cámara de su imaginación hacia él. Quédense en la habitación, y amplíen hacia la mesilla. Abran el cajón, activen la contraseña y pinchen en el mensaje...


Para: Por determinar
Asunto: Por determinar

Escribe un correo: 

Edgar, al fin comprendo. Los sueños que tenías, y todo. Vives el miedo y la inseguridad que cualquier persona sufre. Sabemos perdonar, y estamos siempre cuando ese amigo nos necesita. Incluso cuando nos fallan, podemos hacer la lista gorda y volver a estar como antes. Pero, ¿te perdonamos a ti mismo cuando te fallas? Te diré que Edgar y yo éramos el mismo. Edgar está por determinar. Llámalo conciencia, viaje al pasado o relato literario. No importa. Sólo importa que ahora tú me estas leyendo. He querido relatar un aspecto cotidiano de cualquier adolescente, contada por un adolescente, con la visión racional de un adolescente y la irracional del ensueño. Un aspecto en el que casi nunca caemos, pero es en realidad vital. La salud mental: el saber controlar el pensamiento y no hundirnos en el lamento. Tres pesadillas propias me han servido para reflejar el inconsciente de un adolescente, difícil de hacer de otra forma. El tuyo tal vez. Date un respiro, perdona tus fallos y no te sientas mal. Que nunca más te sientas sol@ sin un falso amigo que te eche una escalera. Que ninguna larva humana se aproveche de ti, de tu esfuerzo y tu simpatía. Que no vuelvas a verte apurado por no tener en quien confiar. Ya lo decía Edgar al principio: nunca cuatro paredes encerraron tanta libertad, ni dos ventanas alumbraron tanta oscuridad. De ti dependerá. Cree en ti, e igual que sabrías perdonar en estas tres situaciones, perdónate si te fallas en el camino. No es fácil, y aunque digamos que vamos a cambiar podemos caer de nuevo en la hipocresía, el cinismo... pero tiempo al tiempo. Lo haremos cuando nos demos cuenta que somos grandes, que somos capaces de amar a los demás sin olvidarnos de nosotros.

Por eso, mi mensaje es claro: Para no verte durmiendo solo, abandonado por un fotógrafo impasible, y antes de hacer vibrar a todo un mundo contenido en un mapa de pared, primero confía en ti, y perdónate. Porque


"Nunca podrás hacer latir el corazón de un mundo si el tuyo hace tiempo que infartó".

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