¿Qué es la justicia? ¿Existe de verdad?
Es una forma de ordenar la vida social, imponiendo unos límites de
convivencia preestablecidos para poder desarrollar una trayectoria humana
considerada como justa, válida, óptima o deseable. No sé…
¿Qué es la maldad o la bondad? ¿Existen como tales?
Son dos extremos opuestos de lo relacionado con aquello que causa un
beneficio directo o indirecto; así como un perjuicio en el caso contrario. No
sé…
¿Y qué es un beneficio? ¿Aquello que consideramos óptimo para un ser
humano? Pero claro, entonces ya nos metemos en la subjetividad de la mente y
ética de cada uno. No sé…
Lo que no podemos poner en duda son las consecuencias palpables de las
acciones básicas, según las cuales diremos que son buenas aquellas que
faciliten el normal desarrollo de algo, sin impedir su fruto. Y perjudicial a
aquello que lo impida. Claro que entonces la medicina debería ser mala, porque
cambia el desarrollo normal para lograr un objetivo unificado: sobrevivir.
Borra borra… la medicina es buena y lo bueno no es eso. Entonces la bondad y
maldad deben estar unificadas, y generalizamos hasta tal punto que
transformamos millones de emociones, experiencias, visiones, vidas… en un solo
ente. El hombre. El ser humano en sí. Un mundo en él. No sé…
Tratamos con ello, por tanto, dejar claro qué es lo bueno para ese ente, y
qué no. Decimos que lo bueno es lo que le hace feliz, lo que le permite
sobrevivir, lo que le permite reproducirse, lo que le permite cumplir sus
objetivos… vaya, lo que le hace feliz. Sentir bien. Una emoción sin más y con
todo. Y malo todo aquello que lo entorpece. Pero si en la realidad ese ente se
desvanece, y deja de existir, ¿existe lo bueno y lo malo? Tiene sentido hablar
de estos dos polos cuando no hay sujeto sobre el que aplicarlo. No sé…
Está claro que nadie es igual, y que cada valor y punto de partida de cada
cuál es distinto. Legalidad frente a legitimidad… Un mundo inmenso, que intenta
controlar la justicia, pero que pobremente jamás lo conseguirá. Porque la
justicia no existe, tanto como desaparecía aquel ente extraño. Y de hecho, como
no existe, tampoco puedo yo mismo asegurar que no exista, porque no la conozco.
Ni yo ni nadie. Algunos dejan esta cuestión al ámbito divino. Como ni tu ni yo
podemos conocer ese ámbito, limitémonos a vivir con lo que tenemos. No sé…
(Seguir leyendo)
Ahora bien, se nos presenta un preso interno que se encuentra en un
programa de rehabilitación por un caso de violencia de género. Entra en clase,
y nos lee su historia. Una persona tímida, insegura, impulsiva, callada,
reservada. Una persona que ha vivido en un ambiente de machismo y violencia
hacia su madre por su padre. Una persona que ha tenido pocos hombros en los que
echarse llorar, y pocas manos con las que levantarse del resbalón. Un interior
poco cultivado, y una persona poco desarrollada. Desconocimiento de sí mismo, y
acciones evidentes de maltrato que lo encierran finalmente entre rejas. La
justicia social ha actuado, y ha considerado que ha ejecutado una acción que
impide el desarrollo de la felicidad de un ser humano, y destruye el ambiente
que le rodea con códigos degenerados. Si bien, un día este preso, integrado en
un programa de rehabilitación, un día saldrá a la calle. ¿Cuál será nuestra
reacción? Claramente desprecio. Ha cruzado una frontera, que sin importar tanto
el por qué, lo va a sellar el límite judicial. La cárcel. No sé…
Pensemos cuánta maldad nos rodea en el día a día. Cuantísimas personas
deberían tener unos diitas de reflexión entre rejas por motivos que no se
imponen como limites por la justicia social, y que de verdad son criminales
psicológicos en potencia. Pienso que la persona nace con unas herramientas,
unas posibilidades bastante amplias, y que se le dota en parte de otra llamada
conciencia de ser y de ejecutar el orden en su especie. Es imposible que toda
esa gama de posibilidades sea controlada por sí mismo, tanto como imposible es
esa justicia de la que venimos hablando. Porque se desvanece en un estanque de
barro. No sé…
Cuántas personas han maltratado y maltratan a sus parejas, sus amigos, sus
padres, sus profesores… y seguimos mirándolos a la cara, hablando con ellos,
riendo con ellos, confiando en ellos… Al fin y al cabo, tomaremos la decisión
de dejar de hablar a alguien y tratarlo cuando sobrepase nuestros propios
límites. que estos ya coincidan con los del resto será cosa nuestra. Con esto
quiero decir que la cárcel en sí no debe ser un causante de la maldad por
norma; un prejuicio más como los muchísimos que sabemos, y otros que tenemos y
desconocemos. Creo en el aprendizaje de las personas, tanto como aprendemos
todos nosotros. Pero también creo que podremos ser capaces de identificar lo
reacio a nosotros conociendo a esa persona, sin necesidad de atribuir nuestro
probable rechazo por una cárcel. Y reitero, ¿cuántos que nos rodean son
malvados y buscan nuestro mal personalizado, que incluso llega a coincidir con
el general? No sé
¿Qué es bondad y qué maldad? Aunque no exista, y partiendo de la
individualidad natural del ser humano, diré que son dos conceptos inventados
por nosotros mismos que engloban todas aquellas acciones, emociones o estados
que impiden nuestra felicidad o que la impulsen en contra. Saber conocerse a
uno mismo para saber qué es lo óptimo para cada cuál será fundamental. Aquello
que nos haga felices no tiene por qué ser lo óptimo para nuestro desarrollo.
Pero como ya me quedo espeso de conclusiones, dejaré que cada uno tome su
propia postura y saque sus propios finales. Si les digo que ni ustedes ni yo
llegaremos a La Verdad, pero nunca está de más irse pensando estas cosas que
nos pueden acercar más a nosotros mismos; y al menos ser personas coherentes y
sensatas. Nunca den nada por sentado, cuestiónense todo y compartan sus
conclusiones para contrastarlo con las gafas de otro personajillo en este juego
que es la vida. Para temas aún más abstractos como el sentido de la vida o las
ansias de conocer el después, el por qué, el cómo… probaré a escribir algunas
suaves letras más adelante.
El “no sé” que tanto he repetido debe ser nuestra pieza clave. Nuestra
mejor herramienta. Porque ser conscientes de nuestra insabiduría nos hace
mucho más grandes, y extiende enormemente el radio que llegaremos a abarcar,
aquí o en cualquier ámbito de la vida, y más en este tan complejo. Dar algo por
sabido, cuando por norma no podemos saber, cierra cualquier ápice de
posibilidad de imaginar lo que podría ser.
Cuestión de aprender a saber imaginar,
construir y recordar
ICR.
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