"La vida no es el tiempo que pasa, es lo que pasa en un
tiempo. Y para que pasen cosas hay que estar en el momento oportuno. Haceos
presentes siendo vosotros mismos".
Rafael Monjo, director de Becas Europa
Me encuentro ahora aquí sentado en mi cuarto, frente a
frente a una pantalla intentando plasmar algo que no sé si seré capaz de plasmar
con palabras. Antes, un cóctel de ilusión, incertidumbre, admiración, ansias de
demostrar algo, nervios...; durante, una explosión...; después, un recuerdo,
como una experiencia que se alargará en cuanto sea capaz de mantenerlo en la
mente. Amigos, muchos amigos; gente increíble con verdadera pasión por la vida.
¿El fin de semana? Un impulso. Dos días en los que descubres que eres capaz de
hacer cosas apasionantes junto a gente apasionada. Aunque sé que me va a costar
resumir todo lo que allí aprendí, lo voy a intentar. ¿Por dónde empezar? Bueno,
sí... (seguir leyendo)
El antes. Ese período de un año en el que me enfrenté
a un cuestionario algo extraño, unas dinámicas de grupo en Sevilla del todo
surrealistas, un vídeo y un trabajo en grupo a distancia. Conforme subo en la
enumeración de los requisitos hasta el fin de semana, se me pasan por la cabeza
muchas de las emociones que sentía mientras las pasaba. El cuestionario lo
dejaré por aquí. El primer correo de Becas diciéndome que había pasado la
prueba. Increíble. Aunque no me había librado de 30 tensos segundos mientras
buscaba mi nombre en la lista de aptos publicada en la web. Pero ahí estaba.
Comenzaba un camino. Al menos, aunque estaba convencido de que no llegaría al
fin de semana, estaba en el camino. Y aguantaría en el tren todo lo que
estuviese en mi mano. Porque sentía que era hora de empezar algo apasionante.
Porque mis padres confiaban en mí y porque esa oportunidad (considerando haber
pasado el test con bastante suerte) no la habían tenido otros muchos que se lo
merecían tanto o más que yo. Llegué a Sevilla con mis padres, y tras un
recuento de participantes, me asignaron a una clase junto a nueve más. Allí,
una primera ronda de presentaciones. Creo que si no se me vio el corazón por la
boca fue por poco. Los nervios al principio eran muchos, pero me tranquilizó
ver a mis compañeros tranquilos y simpáticos. La coordinadora, Carola, nos
lanzó la pregunta: ¿Qué inventaríais para mejorar en algún aspecto el día a día
de un invidente? No recuerdo si fueron tres minutos los que tuvimos para pensar
y escribir algo en un papel, pero creo que fueron los últimos 20 segundos los
que escribí. Apps, bastones electrónicos, sensores de movimiento... ideas muy
ingeniosas. La mía fue la colocación de placas magnéticas alrededor de los
coches y en los quitamiedos, junto con la conducción automática del coche
Google para evitar que chocaran entre sí y que pudieran redireccionar
fácilmente en un cambio de pista. Defendimos nuestra idea individual, eligieron
la mía para desarrollar, elaboramos un plan de ventas en inglés, donde un buen
amigo mío británico nos organizó muy bien, y finalmente Carola nos dijo de
escoger a alguien para venderle el producto a un empresario. Me escogieron a mí
y, aunando las ideas de todos, fui capaz de superar esos nervios iniciales y
exponerle nuestras ideas a ella. A partir de aquí, las ganas de continuar y
conocer a gente tan magnífica crecieron. Creamos incluso un grupo de whatsapp a
nivel estatal donde compartíamos nuestras experiencias, aunque pasó a ser un
chat de chistes, intensos debates, dudas de clase...
El vídeo, que dejé por aquí hace algún tiempo, fue una
tarea complicada. Tratar de exponer todo lo que "creía que era yo y no
debía olvidar nunca" fue todo un reto. Lo subí pronto, y mientras veía los
vídeo de los demás participantes. Todos eran alucinantes, y la calidad visual
de algunos me sorprendió especialmente. Me dio muchas ideas para hacer vídeos
en un futuro, y también me ilusionaban tanto como si fuesen míos. Pues sí que
hay gente ahí afuera con ganas de cambiar el mundo. Ya por último, cuando me
dijeron que había conseguido llegar al fin de semana fue... no me lo creía. No
fui consciente hasta que llegué andando hasta un bar del centro donde iba a
comer con mis padres y mi hermana, y se lo dije. Los ojos llorosos de mi madre,
la ilusión de mí hermana y la sonrisa de mi padre, quien en cada fase me iba
diciendo que no pasaría, por hacer que me picara y que luchara hasta el final.
Por supuesto, mis amigos estuvieron ahí animándome e ilusionados en que pasase
de fases.
Nos dieron las indicaciones. Debíamos elaborar un
proyecto de investigación por grupos de 5 a 7 sobre cómo mejoraríamos algún
aspecto de un campo de refugiados desde la rama a la que nos quisiésemos
dedicar. Primero elaboramos un cartel individual, y luego nos agrupamos entre
nosotros por preferencias. Los resultados los colgaré también por aquí. Hicimos
una memoria sobre cómo trabajamos. Y así fue como 300 estudiantes de 2º de
Bachillerato, entre los que se quedaron muchos otros que no tuvieron la misma
suerte, y repito, hemos tenido mucha suerte, pasamos a la fase final. Un fin de
semana impresionante...
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