jueves, 23 de junio de 2016

Relato concurso literario San Juan de la Cruz 2016

Mi última confesión... Quiero ser feliz.

Querido Lucas,

Estoy derrotada. No aguanto más. Me marcho. Al fin me he encontrado, y sé que ahora es para siempre. El pasado me atormenta, y los recuerdos se suceden noche tras noche.

Recuerdo perfectamente aquella tarde de verano de 1950 en la que unos hombres me forzaron y me llevaron a un sitio muy oscuro. Así comenzó mi infancia; una niña huérfana de padres, raptada y suciamente maltratada. Apenas veía la luz que se colaba por unas rendijas de una puerta corrediza. Puerta que jamás alcancé a ver abierta. No obstante, no estaba sola; y rápidamente hice amigos, o más bien amigas. Por alguna razón éramos todas chicas, de todas las nacionalidades. Nos entendimos al instante.

Los días y las noches se sucedían, o eso presentía con el trascurso de los períodos de sueño. Desarrollé los cinco siguientes años de mi vida en un cubículo de cinco por cinco. Sólo conocía aquella realidad. Terminé acostumbrándome.

Recuerdo aquella mañana en las que las noticias de un mundo maravilloso se colaron por aquellas rendijas. Misivas alucinantes. Soñé con sentir el aire fresco de nuevo, admirar los charcos de los parques en las mañanas de primavera, las montañas nevadas... Pero sobre todo sentir a la gente, gente especial que me hiciese vivir el riesgo, la ilusión, la aventura, la amistad, el amor, la risa, los llantos... LA VIDA... Pero aquella puerta jamás se abrió.

A pesar de todo, aprendí a amar lo que tenía y a valorar a mis amigos. Aprendí a ser feliz. Hasta que un día, TÚ me agarraste por detrás y me hiciste ver la luz. Una luz que fue testigo de mi violación. Yo no quería. Me obligaste. Sufrí tanto, y tantos días me acordé. Me devolviste a mi realidad; una realidad de oscuridad y penumbra. Los siguientes días bien es cierto que tuve visitas de forma mucho más frecuente. Me golpeaban y me tocaban por todos lados. Sólo escuchaba palabras envenenadas y patadas que me hacían sentir como un pañuelo de trapo, el mismo con el que me dormiste tantas noches. Mis amigas me dijeron que todo iba bien, que eso era normal a mi edad. Yo lo acepté.

El día llegó. Tuve una preciosa niña, y al fin fui feliz en mi realidad. Yo le daba de comer, y le enseñaba a hablar. Ella no me entendía. Era pequeña. Hasta que un día sucedió: TÚ viniste y te la llevaste. Me rompiste el corazón en mil pedazos, y lloré durante muchísimas noches. Pero al fin y al cabo, esa puerta no se abrió. Me niego a aceptar MI REALIDAD.

He aprovechado un descuido tuyo para huir por la puerta que custodia mi cubículo. He corrido desesperadamente por todas direcciones y he alcanado aver aquella LUZ. Es maravilloso. Ahora podré librarme de tus oscuras violaciones, tus palabras ensangrientadas, tus perdones desconsolados, tus gritos y sollozos. Mi realidad, ahora hecha pasado. Vuelvo al campo donde nací, a pastar hierba auténtica, a revolcarme por charcos de barro, a sentir el aire fresco de primavera. Huyo para ser feliz; me he encontrado para olvidar aquel temido pasado.

Por suerte para los tuyos, yo soy una vaca;
pero tu esposa NO.

Adiós

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